Soy consciente de que los periodistas y las personas que trabajan en los medios de comunicación no pueden leerse siempre los libros de aquellos a los que van a entrevistar. A veces tienen tiempo de leer la sinopsis y algunos capítulos o relatos, según el caso. Otras ni eso. Pero cuando sucede, como sucedió con Antonio Parra el lunes pasado, o con Marta Herrera unos días más tarde, la entrevista es una gozada.
Así que un abrazo muy fuerte a Marta por su tiempo, y gracias a ella y a Nueva Revolución por ocuparse del libro de un desconocido.
Os dejo un fragmento de la entrevista:
Leyendo tus relatos no he podido dejar de pensar que parece que tienes una sensibilidad especial por los detalles, los percibes y describes de una forma muy sencilla pero, a su vez, muy hermosa, casi con admiración pero con mucha consciencia. ¿Es cierto lo que digo? ¿Por qué te fascinan esos detalles y eliges escribir sobre ellos?
Gracias por tus palabras y por haberte tomado el tiempo de leer el libro.
Pues sí, es cierto que me fijo en esos detalles. Si entro en determinado estado anímico, contemplo las cosas desde otra perspectiva. Digamos, porque no es fácil de explicar, que la vida se «literaturiza», y de ese modo pasa a ser más ancha e interesante. Media hora en la sala de espera del dentista, que de otro modo sería tediosa, puede convertirse en una experiencia sugerente si el reflejo de la luz sobre la portada brillante de una revista del montón de la mesita genera unas aguas extrañas que juguetean con el tiempo, estirándolo y deteniéndolo y permitiéndote sacar un pie de la realidad. Entonces llega una enfermera, «¿Salvador Solano?», y rompe el encanto.
Estos detalles son un punto de anclaje con la infancia. Fui un niño hiperestésico que percibía la realidad así, que entraba mucho más a menudo en este tipo de «trances», si me permites la palabra, que ahora son esporádicos, fugaces y muy difíciles de atrapar. Quizá la escritura sea una vasija agrietada en la que trato de contener esos instantes.
Y aquí tenéis la entrevista completa.